El adjetivo tiene libertad de colocación en el español; así, puedo decir: “rica manzana” y “manzana rica”, “buena mujer” y “mujer buena” sin que se dé un cambio de significado. Esto no ocurre en algunos casos como en “viejo amigo” y “amigo viejo”. En el primer caso nos estamos refiriendo a un amigo de muchos […]

Por Eliana Gonzales. 15 octubre, 2013.

El adjetivo tiene libertad de colocación en el español; así, puedo decir: “rica manzana” y “manzana rica”, “buena mujer” y “mujer buena” sin que se dé un cambio de significado. Esto no ocurre en algunos casos como en “viejo amigo” y “amigo viejo”. En el primer caso nos estamos refiriendo a un amigo de muchos años, de hace mucho tiempo; en cambio, en el segundo destacamos su edad, una persona bastante mayor.

Así, pues, decimos que el adjetivo elige la colocación pospuesta o antepuesta más por razones semánticas que por razones sintácticas. Si bien la posposición es más frecuente en nuestra lengua, la anteposición –excepto cuando provoca cambio de significado– origina matices especiales unidos a la afectividad: “estupendo trabajo”, “maravillosa tarde”; a la visión impresionista de una realidad particular: “sombrías nubes”, “acongojados atardeceres”; o a necesidades rítmicas, estéticas, literarias en general, cuyos ejemplos los encontramos en los textos literarios: “La candente mañana de febrero…” (Borges), “Volverán las oscuras golondrinas…” (Bécquer).

Los criterios de objetivación y subjetivación están muy unidos al orden de colocación del adjetivo; así, se dice que la posposición nos da una idea objetiva del sustantivo al que acompaña (chompa “sucia”, carro “pequeño”, lapicero “rojo”); mientras que la anteposición nos proporciona una apreciación subjetiva (“triste” amanecer, “despreciable” comportamiento). Señalamos además que muchos adjetivos se “resisten” a la anteposición; así, por ejemplo, es correcto decir: queso “cajamarquino” pero no *cajamarquino queso, chifles “piuranos” pero no *piuranos chifles, música “criolla” pero no *criolla música, Esta ubicación pospuesta la tendrían los llamados adjetivos de relación o pertenencia, los adjetivos caracterizadores (tanto física como moral) y los gentilicios. Otras veces, dependerá del hablante elegir entre: Pasé una “horrible” noche y Pasé una noche “horrible”, entre Disfrutamos un “delicioso” vino y Disfrutamos de un vino “delicioso”.

Cuando sentimos que en la valoración se mezcla lo descriptivo, como hablantes tenderemos a la posposición, ya que los adjetivos que usamos en las descripciones aparecen frecuentemente pospuestos. Este orden (sustantivo + adjetivo) favorece al análisis de los distintos rasgos de contenido del sustantivo: chompa “amarilla”, mujer “ojerosa”, niña “sonriente”, etc.; es decir, este orden nos permite restringir el significado del sustantivo, pues marcamos la cualidad (amarilla, ojerosa y sonriente) a un determinado sustantivo (chompa, mujer y niña); así, cuando decimos “Alcánzame mi chompa amarilla”, no queremos que nos alcancen cualquier chompa, sino que estamos “especificando” cuál es la que queremos.

En cambio, en el orden: adjetivo + sustantivo, se atribuye al sustantivo una cualidad completamente inherente: “blanca” nieve, “verde” prado, “duro” mármol, “roja” sangre, etc., o totalmente valorativa: “amarga” ilusión, “encendida” pasión, “negro” corazón, etc.

orden adjetivos

Comparte: